Camino y trazo
la entrada a la derecha
un callejón conocido
que me lleva al olvido.
El carterón y los cuadernos
de una chica adornan el abandono
y tomo dos billetes que parecen reales.
Lo pongo de nuevo en su lugar
y sigo hasta la siguiente esquina
donde el retumbo de los buses
y el humo de sus vibraciones
me hace asfixiar...
"Se me fue el bus..."
¿y si regreso por la otra calle
para tomar lo que no es mío?
Entro por la iglesia y nadie me verá.
Pero militares hambrientos me detienen
y sin más me catean como a un vulgar
delincuente frente a las gentes
beatas que se arrodillan.
"No puedo continuar...
si sigo hacia los billetes...
me llevan a una bartolina."
Busco refugio entre los feligreses
y me busco arrodillar.
¡Al fin un hueco!
Allí pondré mis huesos
para confundirme en los devotos.
Una señora, una anciana vestida de blanco
se quiere acercar y le ayudo...
Reconozco su cara, sus ojos, nariz y boca
La tomo y la acerco, el cura
coloca tres ostias en su lengua.
Se persigna y sonríe.
La abrazo y lloro.
Es ella.
Despierto bajo las estrellas
con lágrimas colgando
de mis ojos.
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