viernes, 9 de mayo de 2008

Bajé las escaleras...

Bajé las escaleras al bullicio de mi propia voz, como si un grito de desesperación se hubiese ahogado en La sostenido bemol séptima disminuida quinta, no titubeé, ni por un momento ni por un instante; desenvainé la agria punta y con un solo golpe lo clavé en el corazón. Sus graznidos de terror casi herían mis sentidos con un hedor pestilente que me provocaba náuseas... lo sostuve contra la pared mientras golpeaba su cuello y esperaba a que desfalleciera. No podía dejar de golpear hasta que calló. Su sangre manchó mi ropa, mi camiseta blanquecina ahora parecía la piel de un toro recién desollado.

Lo dejé sobre el suelo con la ternura que se mereció mientras aún vivía, no podía hacer nada más. A pesar de todo, lloré amargamente junto al cadáver que se evaporaba lentamente, quise cruzar la puerta; pero no sabía qué habría del otro lado, temía que aquel espíritu tratara de someterme de nuevo como cuando tomé una parte de sí y él tomó una parte de mí, la más sensible.

¿En qué me había convertido ahora? En un horrible híbrido que yo mismo detestaba en una maldita tierra híbrida llena de espantos. Contenía mi furia a veces; pero otras, la descargaba como lo que ahora era plenamente. Sin embargo me sentía crecer y expandirme. ¿Cuántos como yo habrían en el mundo? Muchos, sin duda, pero no conocía a nadie ni sabía adonde buscar. Me sentía solo... y solo caminé por la oscuridad de las puertas.